Naciones Unidas recibirá la próxima semana a buena parte de los líderes mundiales con una amplia agenda, que estará marcada sobre todo por la tensión en el Golfo Pérsico y por la necesidad de actuar ya contra el cambio climático.
Alrededor de 140 líderes, entre jefes de Estado y jefes de Gobierno, se darán cita en Nueva York para participar en los debates anuales de la Asamblea y en toda una serie de cumbres y foros paralelos.
La coreografía diplomática lleva preparándose desde hace meses, pero la actualidad manda y los recientes ataques contra refinerías saudíes han disparado la tensión entre Estados Unidos e Irán y han hecho de este asunto el más acuciante de todos los que estarán sobre la mesa.
Guterres, que no se ha pronunciado sobre la autoría de los mismos más allá de recordar que fueron reivindicados por los rebeldes hutíes de Yemen, anunció que expertos de Naciones Unidas van a investigar lo ocurrido.
Pero Estados Unidos ya ha señalado sin dudarlo a Irán como responsable y los dos países llegarán a la Asamblea General de la ONU enzarzados en un peligroso choque.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció este miércoles que va a aumentar las sanciones contra Irán y aseguró que no “dudará” en actuar contra el país persa si se considera necesario.
De otro lado, el Gobierno iraní amenazó con una respuesta “aplastante e inmediata” a cualquier agresión.
Desde la llegada de Trump al poder, las relación entre los dos países ha ido deteriorándose, sobre todo una vez que EE.UU. decidió salir del acuerdo internacional sellado en 2015 para frenar el programa nuclear iraní.
La Asamblea General planteaba a priori la posibilidad de un primer acercamiento entre los dos países, con Trump alimentando las expectativas de una reunión con el presidente iraní, Hasan Rohaní, que por ahora ha sido rechazada frontalmente por Teherán.
Europa, que se mantiene fiel al pacto nuclear, buscará aprovechar las reuniones de la ONU para tender puentes entre EE.UU. e Irán.
Lo hará sobre todo por medio del líder galo, Emmanuel Macron, que ya utilizó el G7 celebrado el pasado agosto en Biarritz (Francia) para tratar de promover un encuentro Trump-Rohaní que sería histórico.
El conflicto en Yemen -estrechamente vinculado a la situación en el Golfo-, la guerra en Siria y otros conflictos estarán una vez más en la agenda de los líderes durante sus reuniones en Nueva York, aunque no se esperan grandes progresos para desbloquearlos.
La tensión entre Venezuela y Colombia también promete ser un asunto importante la próxima semana, a pesar de que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, es baja de última hora.
“Estamos perdiendo la carrera contra el cambio climático”, insistió Guterres, que dejó claro a los líderes que no quiere discursos vacíos y que les urgió a cooperar para resolver esa y otras crisis como la de la desigualdad y problemas como el aumento del odio y la intolerancia.
“El mayor desafío al que se enfrentan líderes e instituciones es demostrar a la gente que se preocupan, y movilizar soluciones que den respuesta a sus ansiedades. La próxima semana de alto nivel está diseñada precisamente para hacer eso”, recalcó.