GRAN ÁBACO, Bahamas (AP) — Un puñado de hombres esperaba en torno a Gayle Wallace mientras ella repartía cuatro sándwiches de pescado con un toque de kétchup, en la abarrotada casa que arrienda en Murphy Town. Algunos eran amigos, otros familiares.
Todos formaban parte de una nueva comunidad de sobrevivientes surgida casi tres semanas después de que el huracán Dorian arrasara el norte de las Bahamas como uno de los huracanes más fuertes registrados en el Atlántico. La tormenta mató al menos a 50 personas.
Estas son las personas que se quedaron cuando todos los demás se fueron, los que prometen reconstruir la isla de Gran Ábaco con ayuda de personas como Wallace, después de que el meteoro diezmara los vecindarios el 1 de septiembre con vientos de hasta 295 kilómetros por hora (185 millas por hora) e inundaciones de hasta 8 metros (25 pies) en algunas zonas.
“Básicamente, ella es la base de la comunidad ahora mismo”, dijo Jean Richie, de 39 años. “Seguimos intentando asimilar que esto ha pasado. Estamos aturdidos”.
Miles de personas como Wallace y Richie siguen en el limbo mientras las autoridades debaten cómo ayudar a que los residentes en Bahamas reconstruyan sus vidas. Los grupos sin fines de lucro esperan las instrucciones del gobierno tras repartir comida, agua y personal de ayuda en las maltrechas islas de Ábaco y Gran Bahama tras la tormenta de categoría 5.
El gobierno está ultimando la respuesta inmediata a Dorian y pasando a una fase centrada en restaurar servicios básicos como carreteras, puentes y aeropuertos, explicó Carl Smith, portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias de Bahamas. Después, las autoridades pasarán a reconstruir conforme evalúan daños y necesidades.
“En las últimas tres semanas, nuestro país ha pasado por una experiencia traumática”, dijo Smith. “Puede que aún queden individuos y grupos en zonas remotas de los que no hemos sabido”.
Todavía se encuentran cuerpos, por ejemplo dos descubiertos el domingo bajo los escombros de Marsh Harbor, al otro lado de la calle de la tienda de alimentación donde la agencia de emergencias ha instalado su cuartel general temporal.
También hay más de 1.300 desaparecidos, aunque el gobierno ha dicho que espera que el número bajo porque muchos podrían estar en refugios o alojados con amigos y familiares.
Muchas agencias humanitarias ayudan al gobierno a repasar la lista de nombres para asegurarse de que efectivamente están desaparecidos, indicó Rob Jenkins, jefe de equipo de respuesta a desastres de USAID.
“Aunque la lista da mucho miedo, basándonos en lo que ha ocurrido en el pasado esperamos ver un drástico descenso con el tiempo”, dijo, refiriéndose a otras catástrofes naturales.
USAID también está haciendo la transición para prestar apoyo en el largo plazo, lo que incluye encontrar refugio más permanente, retirar escombros y nuevas escuelas para los niños.
“En la fase inicial de una crisis, la gente tiende a estar abrumada”, señaló. “Hemos pasado esa fase”.
Aún quedan casi 2.000 personas en refugios en la capital, Nassau, pero solo unos 70 en Gran Bahama y tres en Ábaco, que está casi desierta, señaló. Resulta difícil calcular cuánto se tardará en encontrar un alojamiento más permanente para esas personas. Las autoridades barajan colaboraciones público-privadas, ya que la tormenta causó daños por valor de 7.000 millones de dólares y el gobierno afronta un déficit de 200 millones de dólares tras Dorian.
Algunas de las opciones en Ábaco son reconstruir casas dañadas o levantar otras en zonas distintas, dijo Jenkins. “Ninguna es fácil, y ninguna es inmediata”.
Entre las organizaciones que han prometido ayuda está All Hands and Hearts in Massachusetts. David Eisenbaum, director de respuesta internacional, dijo estar preparando un programa de dos años para restaurar infraestructuras públicas, principalmente escuelas.
“Va a ser una larga recuperación”, dijo en una mañana reciente, estrechando los ojos bajo el sol abrasador en Ábaco. “La isla se ha vaciado. La población no podía quedarse aquí”.
Entre los más afectados por el huracán están los miles de personas que vivían en los asentamientos conocidos como Da Mudd y Pigeon Peas, barriadas donde vivía mucha gente que trabajaba como mano de obra barata en los sectores agrícola, de construcción, marino y de servicio doméstico.
Aunque el gobierno no ha especificado qué hará para encontrar cobijo más permanente para los sobrevivientes, el domingo prohibió la construcción de cualquier clase de casa o refugio en esas comunidades durante al menos seis meses.
Es una decisión impugnada por el abogado Fred Smith, que dijo que Bahamas discrimina desde hace mucho contra esas poblaciones pobres, que atraen desde hace años a inmigrantes haitianos.
“La mayoría de la gente no tiene a dónde ir”, dijo. “¿Qué espera el gobierno que hagan? ¿Sentarse en el campo y quemarse bajo el sol?”.
Uno de los que se preguntan a dónde ir es Jesner Merxius, de 42 años, nacido en la capital hatiana, Puerto Príncipe, y que vivió 25 años en Da Mudd hasta que Dorian lo destruyó y mató a cinco de sus familiares.
En una mañana reciente, utilizó una goma para sacar combustible de un auto azul oscuro cerca de lo que solía ser su casa, donde solo quedaba una pared. El sol ya había descolorido la ropa repartida a su alrededor, estropeado monedas pegadas a baldosas estropeadas, y empezado a amarillear las páginas de una agenda.
“¿Dónde van a meternos?”, dijo. “Aún no lo sé”.