El ciclista colombiano Egan Bernal gana el Tour de Francia

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PARÍS (AP) — Con los Campos Elíseos apropiadamente bañados en el amarillo de un atardecer dorado, un Tour de Francia de época coronó a un campeón de una edad inusualmente joven el domingo: Egan Bernal, de 22 años, el primer sudamericano en conquistar la máxima justa ciclista.

“No puedo creerlo. Simplemente es increíble. Lo siento. No tengo palabras”, dijo Bernal. “Sigo sin entender lo que me está pasando”.

El campeón más joven en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, el delgado colombiano con un instinto asesino en la ruta, probó ser el más fuerte de los 176 hombres fuertes que tomaron la salida en Bruselas, Bélgica, el 6 de julio en su odisea de 3.366 kilómetros (2.092 millas) que entregó el Tour más fascinante y lleno de drama en décadas y una nueva superestrella del ciclismo en formación en Bernal.

Montando una bicicleta amarilla, e impulsado por los aficionados colombianos que estuvieron celebrando incluso antes que acelerara en la famosa avenida, Bernal cruzó la línea con su compañero Geraint Thomas, el campeón de 2018 que este año finalizó segundo. Steven Kruijswijk completó lo que los organizadores del Tour describieron como el podio más cerrado en 116 años de historia de la carrera, con apenas un minuto y 31 segundos separando al primer lugar del tercero luego de tres semanas de competencia.

La 21ra y última etapa fue ganada en el sprint final sobre los Campos Elíseos por el australiano Caleb Ewan, el sprinter dominante de este Tour con tres etapas ganadas. Manteniendo la tradición de la carrera en su último día, los 155 ciclistas que sobrevivieron al Tour rodaron a un ritmo pedestre y en una atmósfera de júbilo antes de ingresar a los Campos Elíseos. Bernal platicó con su rival francés Julian Alaphilippe y elevó su copa de champaña mientras rodaba.

La puesta del sol convirtió la avenida dorada mientras Bernal y el grupo de competidores aceleraban sobre sus adoquines hacia la meta, donde el joven colombiano se entregó a los brazos de su familia.

Hablando en francés antes de la salida, Bernal agradeció a “Francia por organizar la carrera más hermosa del mundo, y la victoria más bella de mi vida”.

Mientras Colombia celebraba a su nuevo héroe nacional, los millones de aficionados franceses que se alinearon alrededor de la ruta a lo largo del este, centro y sur de Francia, y en lo alto con el aire liviano de los Pirineos y los Alpes, vivieron un Tour agridulce.

Primero, sus corazones se dispararon con la fabulosa carrera de los ciclistas franceses Alaphilippe, quien vistió el simbólico jersey amarillo durante 14 días, y Thibaut Pinot, quien ganó la primera de siete escaladas de más de 2.000 metros (6.500 pies) por el mayor margen en la historia del Tour.

Pero el gozo se convirtió en pesar cuando las posibilidades de que Alaphilippe y Pinot se convirtieran en los primeros ganadores franceses desde 1985 fue cruelmente frustrada sólo dos días antes del gran final en París, en una épica etapa 19 donde la madre naturaleza se tornó en una invitada no deseada a la fiesta. Una poderosa descarga de lluvia torrencial y granizo cortó la ruta del Tour justo mientras Bernal arrebataba el liderato de la competencia a Alaphilippe, quien se aferraba a él como un niño a su juguete favorito.

“Julian Alaphilippe nos hizo soñar”, dijo Celestin Simon, un parisino que vitoreó a su héroe en los Campos Elíseos con un sombrero de punta con los colores de la bandera francesa, azul, blanco y rojo. “Desafortunadamente, no hay victoria al final”.

Alaphilippe, más que ninguno, primero encendió y después avivó lo que será largamente recordado como un Tour de fuegos artificiales. Con su barba de chivo y ataques de ‘no pueden alcanzarme’ que los rivales no pudieron igualar, Alaphilippe encarnó el “estilo”, la clase de la vieja guardia tan apreciada por los aficionados del Tour en sus 116 años.

La empresa de Alaphilippe primero lo colocó en el jersey amarillo en la etapa 3 y después, tras perder el liderato en la sexta etapa, obtuvo el jersey de vuelta en la octava etapa, la cual sostuvo a lo largo de los Pirineos y hasta los Alpes.

Y ahí estaba Bernal, quien creció en la altitud de Colombia y en el aire delgado de casa; golpeó y puso a Colombia en el rapto.

“Cuando vi que ganó, dije: ’Necesito ir con mi música para apoyarlo”, dijo el aficionado colombiano que toca el clarinete, Sebastián Cortés, quien viajó de Estrasburgo en el este de Francia para celebrar el domingo sobre los Campos Elíseos.

Bernal voló hacia la cima más alta del Tour, el vertiginoso paso de Iseran a 2.770 metros (9.088-feet) sobre el nivel del mar, demoliendo lo que quedaba del liderato de Alaphilippe en la etapa 19 y construyendo su propia ventaja considerable.

El reloj fue detenido entonces, con Bernal muy por delante, cuando la granizada sorpresivamente cubrió la ruta con hielo, en medio de los temores de que los ciclistas sobre ruedas apenas más amplias que sus pulgares pudieran resbalar en la decoración alpina de rocas y barrancos.

Agravando la miseria de Francia, Pinot abandonó la carrera en lágrimas, rengueando por un desgarre en el muslo izquierdo.

Y eso fue todo. El Tour que se conducía hacia un gran final, en cambio llegó a la última etapa resuelto. Los deslizamientos de tierra también truncaron la última etapa en los Alpes, la 20ma, la cual aún probó ser demasiado larga para el para entonces exhausto Alaphilippe, quien resbaló del podio por completo, pese a recibir palabras de aliento en una llamada telefónica la noche previa del presidente francés Emmanuel Macron.

Thomas usó la última cima alpina para asegurar el segundo lugar en París, dando al equipo Ineos el 1-2 en el podio con Bernal. El tercer lugar, Steven Kruijswijk, un holandés que ’Señor constancia, logró la proeza de ser totalmente irrelevante durante tres semanas, mientras Alaphilippe, Pinot, Bernal y otros hacían ruido. Muy notable es que ninguno de los cuatro ciclistas en los primeros lugares ganó una etapa. Alaphilippe, en quinto puesto general, ganó dos.

“Dejé mi piel en el camino estas últimas semanas”, declaró Alaphilippe al periódico deportivo francés L’Equipe.

Pero en lugar de una celebración azul, blanca y roja, París fue pintado en el rojo, azul y amarillo de Colombia.