CARACAS (AP) — Los venezolanos se adentraban el jueves en terreno político inexplorado con el joven líder de una oposición recién unificada y combativa proclamándose presidente, y el mandatario socialista, Nicolás Maduro, enfrentado al gobierno de Donald Trump.
La violencia volvió a estallar el miércoles en las masivas protestas antigubernamentales celebradas en todo el país, y al menos siete manifestantes habrían muerto en una escalada de la confrontación con Maduro, contra quien aumentan las acusaciones de comportamiento antidemocrático por parte de Estados Unidos y muchas otras naciones de la región.
Juan Guaidó, el nuevo líder de la Asamblea Nacional controlada por la oposición, avivó el enfrentamiento al declararse presidente interino ante una multitud de manifestantes en Caracas. El joven político dijo que esa era la única forma de poner fin a la “dictadura” de Maduro en Venezuela, que en los últimos años provocó el éxodo de millones huyendo de una inflación desorbitada y de la escasez de alimentos.
“Sabemos que esto tendrá consecuencias”, gritó Guaidó a las masas que lo vitoreaban antes de marcharse a un lugar no revelado por las especulaciones de que podría ser detenido pronto.
En un frente unido y aparentemente coordinado, Estados Unidos, Canadá y una docena más de países, sobre todo latinoamericanos _ incluyendo Brasil, Colombia y Argentina _, anunciaron rápidamente su apoyo a la reivindicación de Guaidó como presidente.
En Washington, Donald Trump, prometió usar “todo el peso” del poder económico y diplomático de Estados Unidos para impulsar la restauración de la democracia en el país. “El pueblo de Venezuela ha hablado valientemente contra Maduro y su régimen y ha exigido libertad y el estado de Derecho”, declaró en un comunicado.
Maduro respondió rompiendo las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, el principal socio comercial de la nación petrolera, y decretó que los diplomáticos estadounidenses abandonen el país en el plazo de 72 horas. Washington, por su parte, señaló que ignorará la orden.
El líder socialista, que hasta el momento ha contado con el apoyo del ejército, el de una justicia controlada por el gobierno y el de la asamblea constituyente, recordó el largo historial de intervenciones estadounidenses con mano dura en Latinoamérica durante la Guerra Fría al pedir el respaldo de sus aliados.
“No se fíen de los gringos”, dijo Maduro a la multitud de seguidores, vestidos con camisas rojas, que se congregaron ante el palacio presidencial. “No tienen amigos ni conocen lealtad a nadie. Los gringos tienen intereses y las agallas y las ambiciones por el petróleo venezolano, por el gas venezolano, por el oro venezolano”.
El jueves, la atención estará puesta en Washington, donde diplomáticos de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrarán una reunión de emergencia para abordar la situación en Venezuela. El debate promete ser acalorado, y el nuevo enviado diplomático de la Asamblea Nacional cabildeará para arrebatarle el asiento que le corresponde a Caracas al embajador de Maduro.
Mientras tanto, muchos venezolanos esperarán que Guaidó reaparezca y les oriente sobre los próximos pasos de la oposición. Se espera que el comandante al frente de las fuerzas armadas, que por el momento guarda silencio, emita un comunicado, aunque nadie contempla un cambio en las lealtades del general hacia Maduro.
El precio del petróleo bajó el miércoles por tercera vez en cuatro días en un indicio de que los mercados energéticos internacionales no están preocupados aún porque la situación en Venezuela, que es el tercer productor de América y propietario de Citgo, con sede en Houston, pueda alterar el suministro global de crudo.
Las tensiones comenzaron a avivarse a principios de mes cuando Maduro tomó posesión para un segundo mandato de seis años tras ganar las elecciones de mayo. Muchos en la región sostienen que los comicios no fueron libres ni justos porque sus principales opositores quedaron fuera de la boleta.
Juan Guaidó, de 35 años y que hasta principios de año era un legislador casi un desconocido, reavivó las esperanzas de la a menudo golpeada oposición venezolana adoptando una actitud rebelde en medio de una paralizante crisis económica.
El miércoles fue un paso más allá, declarando que la Constitución le da, como presidente de la Asamblea Nacional, potestad para asumir como presidente interino y para formar un gobierno de transición hasta que convoque nuevas elecciones.
Levantando la mano derecha al unísono con sus decenas de miles de simpatizantes, pronunció un juramento simbólico para asumir los poderes ejecutivos: “Hoy, 23 de enero de 2019, juro asumir formalmente las competencias del ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela”.
El asalto al gobierno de Maduro se produjo luego de que grandes multitudes se congregaron en Caracas ondeando banderas y coreando lemas que pedían la marcha del dirigente en la mayor demostración de descontento desde la oleada de protestas que dejó más de 120 muertos en 2017.
No hubo indicios de que las fuerzas de seguridad siguiesen el llamado de Guaidó para unirse al movimiento contra Maduro y aliviar la represión a los manifestantes. Horas después de que la mayoría de los disconformes se retirasen a sus casas, la violencia estalló en Altamira, una zona de clase alta de Caracas y bastión de la oposición, cuando guardas nacionales fueron contra cientos de jóvenes, algunos de ellos con el rostro cubierto, que seguían alrededor de una plaza. El lanzamiento de gases lacrimógenos hizo que cientos echasen a correr presas del pánico mientras que otros huían en motocicletas con dos y tres pasajeros.
A unas manzanas de distancia, un pequeño grupo derribó a un par de policías que iban a bordo de una motocicleta arrojándoles cocos mientras aceleraban por una amplia avenida. Algunos golpearon a los agentes con las manos mientras que otros escaparon con sus equipos y le prendieron fuego al vehículo.
Por otra parte, cuatro manifestantes murieron por disparos en la ciudad occidental de Barinas cuando las fuerzas de seguridad dispersaban a una multitud. Otras tres personas perdieron la vida en los disturbios registrados en la ciudad fronteriza de San Cristóbal.
En medio del enfrentamiento, todos los ojos estaban puestos en el ejército, que tradicionalmente actúa como árbitro de las disputas en Venezuela y a quien Guaidó ha estado dirigiendo su mensaje.
El lunes, varias docenas de guardas nacionales tomaron un almacén de rifles de asalto de madrugada en un levantamiento que fue rápidamente repelido, aunque residentes en una favela cercana mostraron su apoyo a los amotinados quemando autos y arrojando piedras a las fuerzas de seguridad. Los disturbios se agravaron durante la noche en otros vecindarios de clase trabajadora donde, tradicionalmente, el gobierno ha tenido un sólido respaldo, y el martes por la noche se reportó más violencia.