RÍO DE JANEIRO (AP) — Hay algunos brasileños que tal vez no encuentren mucho qué disfrutar durante los vistosos desfiles del Carnaval en Río de Janeiro: el alcalde, el gobernador y el presidente de Brasil.
Se percibe un tono antisistema en las celebraciones de este año y el desfile del domingo en la noche en el Sambódromo de Río fue aprovechado para criticar a las autoridades en una época de depresión económica y escándalos políticos.
El presidente Michel Temer, el gobernador del estado de Río, Luiz Fernando Pezao, y el alcalde municipal Marcelo Crivella tienen previsto no asistir a la celebración de dos días en el Sambódromo. Los desfiles al ritmo de la samba solían ser un imán de popularidad para los políticos antes del inicio en 2014 de una amplia pesquisa anticorrupción en la gigante petrolera estatal Petrobras.
Ahora, los funcionarios temen que los abucheen o incluso que sus detractores los agredan durante el carnaval.
Temer, cuya popularidad es menor a 10%, pasó su último Carnaval como presidente con un grupo de 40 personas en una playa vigilada por militares al sur de Río. Horas antes, centenares de personas que buscaban divertirse organizaron en la capital de Brasil una fiesta callejera para mofarse de la mala salud reciente del presidente y de su impopular reforma a las pensiones.
En el Sambódromo o en las fiestas callejeras, los participantes del Carnaval por lo general aprovechan estos cinco días de gran espectáculo para olvidarse de los problemas cotidianos y la mayoría hará precisamente eso. Pero el mensaje político está más presente con claridad esta ocasión que en años recientes.
“Esta ha sido la celebración más política desde mediados de la década de 1980, cuando la dictadura militar de Brasil estaba por terminar”, dijo el historiador del Carnaval, Luiz Antonio Simas. “Brasil ha estado inmerso en el caos político y escándalos de corrupción, y la gente quiere ventilar sus frustraciones al mismo tiempo que quieren estar en la fiesta. Se trata de una gran combinación en el Carnaval”.
Brasil efectuará elecciones presidenciales en octubre y los resultados son difíciles de predecir en una sociedad polarizada. El líder en las encuestas es el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, pero enfrenta un creciente riesgo de ser arrestado en cuestión de semanas luego de haber sido declarado culpable de corrupción.
Sin embargo, el político más criticado en Río de Janeiro, por mucho, ha sido el alcalde.
Mangueira, una de las escuelas de samba más populares de la ciudad, preparó una carroza que muestra un trasero de plástico con el nombre de Crivella en él. Desde que asumió el puesto el año pasado, el obispo evangélico convertido en político ha recortado los fondos de la ciudad para las escuelas de samba y ha evitado asistir al evento.
En una camiseta popular entre los espectadores se lee: “El Carnaval echará fuera al Crivella dentro de ti”. También se han usado aretes, diademas y mantas para protestar contra el alcalde, quien ha dicho que no tiene nada contra el Carnaval, pero considera que es “solo una fiesta”.
La escuela de samba Beija-Flor comparará el ambiente político de Brasil con Frankenstein, en referencia a las profundas divisiones e intolerancia a las diferencias que hay en el país.
La actitud contra el sistema político también se ha visto en los disfraces y en las fiestas callejeras en todo el país desde que el Carnaval comenzó el viernes.
Horas antes el domingo, una fiesta callejera organizada por los sindicatos en Brasilia, la capital del país, criticó a Temer y a la judicatura.