Santo Domingo.- En el análisis de coyuntura celebrado en el Centro Bonó, denominado “Derecho a un trabajo digno, presente y futuro en República Dominicana”, se hizo énfasis en la importancia de la eliminación de la precariedad laboral, la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la igualdad de oportunidades y de trato para todos, mujeres y hombres, y la adecuación del mercado de trabajo como claves para una sociedad más inclusiva y un desarrollo más pleno de las personas.
Según afirmaron varios de los ponentes en el foro, los cambios son veloces y tenemos por delante una coyuntura difícil en el ámbito económico y social, ya que pese al alto crecimiento de los datos macroeconómicos del año pasado, en República Dominicana el 20% de los empleados públicos y el 90% de los pensionados ganan 5,117 pesos, y el salario mínimo nacional promedia los 9 mil pesos. Igualmente, los estudios revelan que en el año 2016 todavía había 3,213,740 dominicanos y dominicanas en condiciones de pobreza. Estos datos nos llevan a la necesidad de que el estado intervenga para mejorar la calidad de los medios de vida, a garantizar que los trabajadores devenguen salarios justos acordes con sus necesidades, a que se establezca un pacto fiscal por la sostenibilidad, la reducción del déficit y la lucha contra la corrupción y la impunidad como retos y desafíos que están en la calle y que debemos de afrontar como país.
Desde una óptica cristiana, y en palabras del Papa Francisco, el trabajo es sagrado, expresa la dignidad de la persona humana y fortalece fundamentalmente a la institución familiar. Es por este motivo que la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede ser dejada en las manos de unos pocos o descargada sobre un ‘mercado’ deshumanizado que no entiende la responsabilidad social que tiene con respecto a los grupos más vulnerables. Prueba de ello lo hemos tenido con la lucha por el aumento de un 20% al salario mínimo privado no sectorizado donde después de meses y meses de duras negociaciones ha tenido que ser fraccionado para evitar seguir a otras instancias y continuar sin que los trabajadores recibieran el incremento.
En conclusión, estamos viviendo un tiempo providencial, un tiempo en el que todos nos debiéramos sentir convocados a luchar contra la precarización, vulnerabilidad y el empobrecimiento laboral y se nos plantean unos retos difíciles pero posibles para transformar el mundo del trabajo en el horizonte de la justicia social que como sociedad tanto anhelamos.